martes, 17 de julio de 2007

8. Religiosidad y Santidad

“¡Cuántas son las fechas significativas en la historia del Perú -en el que se dieron también cita los ideales de San Martín y de Bolívar- en las que se halla una presencia, creadora de identidad histórica, de la fe cristiana, del impulso religioso, de la obra de la Iglesia! Son elementos que han buscado una síntesis integradora, no siempre fácil, en vuestra alma nacional.”

Juan Pablo II


Las raíces de la cultura de nuestro país están impregnadas del mensaje cristiano. La historia del Perú se ha ido forjando al calor de la fe, que ha inspirado y a la vez ha impreso una marca propia a su vida y sus costumbres. A la luz de ella se modeló una nueva síntesis cultural mestiza que une en sí el legado autóctono americano y el aporte europeo.

Eso ha permitido un proceso de mestizaje integrador, no sólo racial, sino cultural y humano, que se plasma de muchas maneras en nuestra vida diaria. En ese proceso, la Iglesia no ha estado ausente, sino que, como reconoce vuestra misma Constitución, ella ha tenido un papel "importante en la formación histórica, cultural y moral del Perú”.

Es admirable el dinamismo y vitalidad de esta Iglesia que está en el Perú, y que va comprometiéndose cada día más con el pueblo con el pueblo. La labor apostólica de las comunidades peruanas cristianas, enmarca una participación de fuerte impacto en Latinoamérica, y el mundo.


Los Santos Peruanos

Las figuras vivas de santidad constituían un papel importante pues eran la encarnación de la gracia divina en la tierra. La fe que vivían los "santos" era ejemplo a seguir para la sociedad y modelo de vida eclesiástica para los religiosos.

En el Perú hubo mayor cantidad de santos y siervos de Dios que en todos los virreinatos españoles. La mayoría apareció entre 1570 y 1660, muchos de ellos coexistiendo en la sociedad limeña, tal como fue el caso de San Martín de Porres, Santa Rosa de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo, San Francisco Solano y San Juan Masias, precisamente los 5 santos del Perú.

Santa Rosa de Lima fue la primera santa americana nacida en Lima, Perú, el 30 de abril de 1586. Rosa se caracterizó por su humildad, sencillez, obediencia, caridad y paciencia. Es Patrona de Hispanoamérica y Filipinas.

Santo Toribio de Mogrovejo presidió el III Concilio Limense (1582-1583), al cual asistieron prelados de toda Hispanoamérica, y en el que se trataron asuntos relativos a la evangelización de los indios. Él dedicó a las visitas pastorales, 17 de sus 25 años de obispo. El "protector de los indígenas" fue un infatigable misionero y gran organizador de la Iglesia sudamericana.

San Francisco Solano se dedicaba a enseñar la doctrina y predicar en calles y plazas. Poseía el don de lenguas y realizó muchos milagros, que lo hicieron conocido como el "el taumaturgo del nuevo mundo". Fue un hombre de profunda oración y de grandes sufrimientos, que sobrellevó con fortaleza y alegría.

San Martín de Porres se destacó por su abnegación, su modestia y la paz que irradiaba, que impresionaba a cuántos conocía. Realizó numerosos milagros y curaciones. Es el Patrono de la Justicia Social.

San Juan Macías cuya vida estuvo marcada por la profunda oración y la caridad, pasó muchos años en el retiro de la Recoleta. La nobleza de Lima y el propio Virrey Marqués de Mancera acudían a él en busca de consejos.

La Beata Sor Ana de los Angeles Monteagudo realizó un arduo trabajo apostólico, y se destacó por la serenidad y paciencia en los sufrimientos.

La religiosidad es un aspecto clave que nos determina como nación. Los santos peruanos son nuestro ejemplo, y la Iglesia, la guía que determina a nuestra patria como cristiana y devota.